Sin magia, ¿por cuánto?


Los campos de fútbol extrañan sus quiebres, sus moñas y otras pastas. Primero un tobillo que le valió la ausencia al último partido que perdío el CAIPI, el equipo de sus amores, y un duro cruce de e-declaraciones correo electrónico. Luego y más cercano en el tiempo, un extenso dolor de garganta, que ha mostrado ser más débil que hilo de baba, ya que en un mes ha estallado de dolor 3 veces.

El tobillo, según Rienzi, es por tendinitis, una afección a la que el cuerpo del mágico player es bastante afecto. También sufre de tendones rompe-bolas en muñeca y rodilla izquierda, sí ésa, la de los pases mágicos, pese a que es derecho. Porque nunca sabés con cuál va a perder la pelota, digo a meter un pase punzante de esos que el punta nunca llega por su poca velocidad. No lo entienden. Ni lo entenderán. Su juego es tan diferente como inútil, algo a lo que sus compañeros no se acompasan.

Capaz de sacar conejos de la galera, y conejitas de una Playboy, la Magia, o el Chino como también le gusta que lo apoden cuando se calza la 20 del Inter, está sumido en una profunda crisis de identidad futbolística cuando defiende al Caipi.
O baja a crear y meter pelotazos (pase largo diría Gregorio Pérez) a Mati y Bruno, o sube y juega de puntero abasteciendo al centrodelantero de turno.

Igual con tanto mal de chagas en la vuelta, Magia tiene unos cuántos días para pensarlo. Su vuelta a los fields es desconocida pero esperada.

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